COLABORAR
Sara Gil Fernández
Desde que conocí el proyecto que nos propusieron en el taller 2, mi mente y mi cuerpo se trasladaron y empezaron a pensar como el de una persona con necesidades especiales. A estas alturas de la carrera, se nos hace bastante sencillo proyectar para personas con capacidades normativas, sin embargo, pensar en cómo quiere vivir una persona con capacidades especiales, es dar un salto más allá.
¿Quiero vivir aislada, junto con más personas con las mismas capacidades que yo, o convivir con personas sin discapacidad? Para mí la respuesta fue clara; durante muchos años se ha intentado aislar a estas personas, diseñando espacios distintos, por creer que no deberían compartir espacio con el resto. Sin embargo, en este proyecto el pilar fundamental es la inclusión social, buscando crear espacios comunes adaptados a cualquier persona, sin distinción. Tal es la conexión que se crea, que las viviendas adaptadas y sociales se desarrollan casi como si fueran una, con una cáscara que las abraza de tal forma que no se puede distinguir cuál es cuál, ya que, en el fondo, son la misma.
Me muevo en silla de ruedas, ¿cómo me gustaría llegar a mi casa? Me gustaría no tener que esperar a un ascensor cada vez que quiero salir o entrar, por lo tanto, que mi acceso sea en planta baja, así como las zonas comunes de las que puedo disfrutar con el resto de mis vecinos. Estos espacios son fundamentales para favorecer las relaciones interpersonales y devolver la vida a un barrio que carecía de ella.
