La casa enfrenta situaciones muy distintas; la cara pública mirando al Mercado del Cabañal y el carácter privado y doméstico que enfrenta el poblado marítimo.
Una mujer con sus hijos se hace una casa en el Cabañal. Alquila un apartamento dentro de su casa y la abuela visita frecuentemente, requiriendo un espacio propio. El umbral y espacio intermedio son fórmula de adecuación al del programa; espacios flexibles y abiertos que se adaptan a las necesidades. La ubicación y existencias de la antigua casa se tienen en cuenta, conectando el interior con la calle, donde los niños juegan. Un gran zaguán-recibidor conecta y prolonga la visual al otro extremo de la casa, iluminado por un lucernario en la cubierta inclinada que enmarca el recorrido de las escaleras, y llega hasta el apartamento.
Se usan sistemas de refrigeración pasivos de la tradición del barrio pesquero, así como materiales del entorno. La fachada oeste se protege del sol y la visibilidad con filtros. Una envolvente de fábrica cerámica pasa de paños opacos que se disuelven a través de celosías dando a zonas más exteriores. El ladrillo define el módulo que cubre las superficies como un manto. Donde el ladrillo no alcanza, lo hace la madera, que dota de privacidad y calidez a las estancias en plantas superiores.
Se trata de una caja compacta con piezas adosadas y cubierta inclinada. Un saliente en la esquina suroeste gira y enfatiza la representatividad de la fachada y hace referencia al mirador que un día hubo.
