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Los baños templados y las zonas de calor y frío, dispuestas de forma simétrica, se comunican entre si a través de un gran implivium climatizado que alberga la parte más social del complejo.
La máxima conceptual del centro es la espiritualidad, por lo que, aunque su enclave es muy bueno, se pretende crear una experiencia utópica, dramática e incluso ceremonial. Por ello, el recorrido está lleno de contrastes entre luz y oscuridad, privacidad y publicidad y estrechez y amplitud.
Se crea un espacio privado con la capacidad de envolver, con una casi completa desconexión con el exterior. Las únicas vistas que fugan al fuerte recinto son las de la fachada este, pero son unas vistas ininterrumpidas e infinitas al mar. La distribución no da pie a ninguna interrupción de la ceremonia del baño, pues no hay ningún elemento visible desde el interior que no se pueda controlar desde las mismas termas.
A través del material empleado, micro cemento blanco con tonalidades grises, también se contribuye a la continuidad y a la serenidad, además, los vanos cobran un mayor protagonismo.
Se conforma así un lugar emocionante que conecta con la espiritualidad, un escenario que invita a la relajación, un oasis cuya elegancia se aleja de la ostentación y que nace de un ritual que practicaban los mismos dioses.